10.24.2005

inicio la semana con un cuentito...

Para la asignatura de Desarrollo de Habilidades del Pensamiento, en la que estuvimos viendo cuestiones sobre creatividad, el maestro nos dejó un ejercicio.... Con sólo tres frases (en negrito), nosotros debíamos crear una breve historia... aquí les dejo lo que escribí, a ver qué les parece...

Desperté sobresaltada. No podía definir lo que me había sustraído del sueño... mis sentidos, aún aletargados, no identificaban el sonido que me había despertado. Haciendo un gran esfuerzo afiné la vista y el oído, sí, era el teléfono, timbraba desde sabrá Dios que horas. Dando tumbos crucé la habitación hasta llegar a mi escritorio. --Bueno-- alcancé a decir tratando de que mi voz no sonara amodorrada. La voz tras la bocina me dejo fría. Aquellas noticias eran... mi cerebro intentaba conectar aquellas palabras con mis recuerdos de ayer, intentado encontrar el sentido de todas esas absurdas ideas. No, no era posible, apenas la noche anterior... --¡Voy para allá, no te muevas!-- dije terminante y colgué el auricular.

No recordaba haber estado aquí antes, sin embargo había algo familiar en el ambiente— pensé mientras recorría aquél pasillo sombrío. Buscaba un número en una de las puertas... 22, 24, 26... 28! Ese era el número. La puerta lucía desteñida, gris, desolada... apenas un hilo de luz se colaba del interior hacia el pasillo. Jamás hubiera imaginado que este lugar luciera así. Toqué tres veces con los nudillos temblorosos. No hubo respuesta. Toqué tres veces más, ahora con más fuerza. Un vacío extraño comenzaba a formarse en la boca de mi estómago. --Soy yo-- dije subiendo la voz. --Por favor, abre--. De pronto escuché sus pasos, se acercaban lentos a la puerta. Sonaron las chapas, cinco, retumbando a lo largo de aquel corredor. La puerta se abrió despacio, el ácido rechinido de las bisagras me atravesó la piel. La luz proveniente del interior me cegó por un instante, hasta que poco a poco pude distinguir su silueta. En voz muy baja me agradeció que estuviera ahí y me invitó a pasar. No podía creer que estuviera ahí, con él... ¡qué demonios estaba pensando! Nos sentamos en su sala, en aquél viejo sillón azul que muchas veces compartimos, aunque claro, no aquí. Sus ojos por fin buscaron a los míos (me recordaron un poco a sus ojos de ayer, aunque ciertamente eran distintos) y durante horas me habló de lo sucedido. Yo sólo pude escucharlo... su voz siempre me había fascinado, tenía un singular efecto relajante en mi. En un momento, dada la naturaleza del tema tratado, no pude más que tomar su mano (pensar que en otros tiempos me hubiera lanzado a sus brazos desbordando de amor), tratando de aliviar un poco su pena. Me preguntó qué pensaba de todo eso... tomé una bocanada profunda de aire, y hablé. Sus ojos brillaban al escucharme, no se bien si por la emoción que pudieran provocarle mis palabras, o por la intensa luz que atravesaba los grandes ventanales del apartamento (siempre le gustaron los lugares iluminados, llegué a pensar que por compensar la oscuridad de su temperamento). Expuesta mi opinión, él se quedó un momento en silencio, pensativo... su rostro se mantuvo impávido. Finalmente esbozó una sonrisa. Y entonces se puso de pie, caminó a su habitación para volver con una caja en sus manos. Era la misma caja, forrada con un cursi papel floreado, que yo le regalé hace muchos años, para que ahí guardara mis cartas y fotografías --lo que hace el amor en los adolescentes-- pensé con un poco de vergüenza. Y, entonces, comenzó a recordar nuestra historia. De sus labios escuché "su" reseña. Una sonrisa melancólica se dibujó en su rostro mientras narraba aquellos días. Me dijo que aquellos recuerdos aún le aliviaban el corazón adolorido. Que jamás se perdonaría a sí mismo haber partido aquella tarde lluviosa, dejándome el corazón en mil pedazos. Y que le sorprendía que fuera ahora yo, de quien menos lo hubiera esperado, quien le aconsejara y consolara en estos momentos tan tristes. Entonces, del fondo de aquella vieja caja, sacó un librito de poemas que al abrirse dejó al descubierto una vieja rosa seca. Me preguntó si recordaba aquel día... No pude evitar estremecerme, --Cómo no voy a recordarlo-- le dije sonriendo. --Es el secreto más lindo y añorado de mi vida--. Él sonrió y dijo: --Esta caja guarda los recuerdos para mi más preciados, es el tiempo que pasé contigo... Jamás olvidaré esa aventura. Esta rosa en mi mano es mi mudo testigo--.

mmm... bueno, definitivamente en la poesía me siento más cómoda, aunque este textito no me causó mayores problemas, quizás por las líneas preestablecidas, no se... ahí lo dejo.

Tijuana sigue nubladita y fresca.... les dejo un abrazotototote
Buen lunes
y feliz semana!!!
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Mony

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