6.28.2014

La ¿suerte? de la consorte... ¿y ahora?


"La Primera Dama es una mujer imaginaria, la materialización de una idea, una figura simbólica. Es un ente, diría Pierre Bourdieu, creado para responder a las necesidades del mercado y que tiene todas las exigencias, limitaciones y contradicciones que éste le impone. En este sentido no es una persona sino una construcción cultural que tiene su propia lógica y sus reglas. [...] Ella debe cumplir con y responder a la idea predominante que existe en cada momento histórico no de lo que es la familia sino de lo que debe ser, no de lo que es la mujer sino de lo que la sociedad quisiera que fuera"

Sefchovich, S. (1999). La suerte de la consorte. México: Océano. p. 412.



Dejando de lado las controversias políticas que envuelven a la administración federal en nuestro país; considero es importante aproximarse al tema que hoy me pone frente al teclado, por un lado sí, con mirada crítica; pero, por el otro, bien agarraditos de la memoria histórica en torno a la figura de las esposas de los presidentes en México.

El "escándalo" provocado por la imagen de la Primera Dama, en la portada de popular revista para mujeres, me remite irremediablemente a la obra de la socióloga, historiadora y novelista, Sara Sefchovich, citada en la primera parte de este texto. Mismo que recomiendo leer en su nueva edición (2010) actualizada y revisada.

Desde aquella primera edición, de 1999, hasta la fecha, mucha historia ha transcurrido. En aquel entonces, poco supo la escritora mexicana del giro de 360˚ que vendría a darle al rol de Primera Dama la, primero vocera presidencial y posteriormente, cónyuge del presidente, Martha María Sahagún Jiménez.

Luego de prácticamente un par de siglos de invisibilidad histórica de las esposas de los gobernantes del México independiente; apenas sacudidos por las excentricidades de unas cuantas señoras, como Carmen Romano Nolk, por poner un ejemplo, (sin embargo sin relevancia política). Martha Sahagún vino a establecer un nuevo paradigma en esa representación ideal de las mujeres mexicanas.

Su relación con el poder no fue únicamente a través del vínculo matrimonial con el Jefe de Estado. El discurso de la Primera Dama se volvió protagónico:

Después de haber luchado tanto tiempo por el respeto pleno a nuestros derechos más elementales, las mujeres asistimos a nuestro encuentro con la historia. Acudimos puntualmente a la cita. Quienes nos decidimos a dar este paso somo mujeres conscientes de nuestras ventajas y responsabilidades. Somos mujeres que estamos viviendo el poder.
Lo afirmaba así, Sahagún, en un ensayo publicado a propósito de los 50 años del voto femenino en México (2003). Lo hizo, abriendo con epígrafe de Sor Juana: "...porque va borrando el agua lo que va dictando el fuego." Y cerraba, contundente, con la frase: "Llegó la hora."

Es posible, aún, recordar las polémicas, los escándalos, los rumores. Desde el hecho de tratarse de una mujer divorciada (en circunstancias poco aceptables para las buenas conciencias). Hasta su evidente influencia en la conducta y decisiones del "Ejecutivo".  Pero, finalmente, ¿qué era lo que más horrorizaba a la opinión pública? Me atrevo a decir, su aspiración abierta a la presidencia de la república. ¡Qué atrevimiento!

Bien, fuera de las penosas circunstancias de "abuso del poder", "nepotismo", "corrupción", etc. (finalmente, prácticas tradicionales de los gobiernos masculinos); que vinieron a hundir abismalmente cualquier aspiración política de la Primera Dama entonces. Me parece, es importante identificar el papel histórico del personaje.

El atrevimiento tuvo sus costos para las mujeres mexicanas. Al menos para las panistas; si no, que le pregunten a Margarita Esther Zavala Gómez, abogada con trayectoria política en su partido, como diputada local (1994-1997) y federal (2003-2006). Y quien, sin remedio, tuvo que limitarse a ser una presencia gris, sin aspavientos mediáticos ni rosa fiusha en sus trajes sastre (al estilo de su predecesora); durante la administración federal de su esposo, del 2006 al 2012.

Ahora bien, el 2012 nos llevó de vuelta al sistema priista en la presidencia. En esta ocasión, de la mano de una pareja 100% mediática. Luego de un año de, por decirlo de alguna manera, "bajo perfil" de la Primera Dama, oscurecido apenas por rumores no confirmados de "violencia doméstica" en los Pinos; la otrora actriz protagoniza, en su papel de consorte presidencial, el escándalo en turno. ¿Qué es lo que horroriza, ahora, a la opinión pública?

Antes de "rasgarse las vestiduras" por una portada de revista para señoras, creo, debiéramos lanzar una mirada seria y objetiva al contexto sociocultural del país. A nuestro México de duopolios mediáticos, de cortinas de humo, de reformas estructurales aprobándose a la sombra del furor mundialista. Repito, ¿qué es lo que horroriza, ahora, a la opinión pública?

Es cierto, hay muchos y muy graves problemas en nuestro país y, más allá de los cuestionamientos serios que deben hacerse al gobierno federal y sus instituciones; en este caso, se debe entender cuál es la naturaleza del reclamo ante la imagen "poco tradicional" de la Primera Dama en la portada de una revista para señoras, lectura de salón de belleza o salas de espera en los consultorios médicos particulares.

Las transformaciones socioculturales paradigmáticas de nuestro pueblo están sucediendo justo ahora. Se trata de un amplio campo de estudio y registro sociológico e histórico. Se está legislando en materia de familia, género, derechos humanos, etc. Vuelvo a plantear la pregunta ¿qué horroriza a la opinión pública? La imagen de la Rivera o el texto que la acompaña: "Redefiniendo el poder femenino

Será acaso que, de acuerdo a lo planteado por Sefchovich en la cita inicial, la Primera Dama está "rompiendo" con el ideal de la mujer de nuestro tiempo... o enterarnos que representa, precisamente, ese ideal en la portada de una revista para mujeres.

Así las cosas.

Así pinta julio:


6.26.2014

El Piano... y la vida.



Siempre existirán circunstancias individuales, momentos, personas; hechos históricos, políticos y sociales, que marcan la vida de los seres humanos. Que definen el imaginario social y personal. Pertenezco a las generaciones que, además, han sido marcadas por los medios masivos de comunicación. Por los productos mediáticos.

Me enamoro con música y voy por la vida observando el mundo a través de lo que leo. Sí, nuestras construcciones culturales están irremediablemente ligadas a lo mediático.


Quienes me conocen, lo saben: El Piano (Campion, 1993) es mi película favorita en todo el mundo. Se estrenó en Cannes y se llevó la Palme d'Or, en empate con Bawang Bieji de Kaige Chen. Al año siguiente, en la entrega del Oscar, se llevó 3 de 9 nominaciones: Mejor actriz protagónica - Holly Hunter; mejor actriz de reparto - Anna Paquin; y mejor guión -Jane Campion.


Dejando de lado los premios que, finalmente, siempre podrán ser cuestionados. El hecho real, certero, es que la neozelandesa Campion vino a dejar muy claro lo que las mujeres con talento podían lograr en el cine.

En 1993 yo tenía 17 años. Vivía con mis padres y (lo mismo que a Anna Paquin) no se me permitió verla en el cine. Sin embargo fui testigo, a través de la televisión, del revuelo que la película provocaba alrededor del mundo. Poco sabía entonces de lo que llegaría a significar en mi vida.

No recuerdo exactamente cuándo la vi por primera vez. Tengo claro que algún novio tuvo a bien regalármela en VHS y de ahí el amor (a la película, no al novio).  Caí -sin remedio- ante el protagonismo femenino y decimonónico. Ante la fortaleza de Ada y la belleza arrebatadora de la fotografía de Stuart Dryburgh. Ah, y por supuesto, ante la espléndida musicalización de Michael Nyman.

Tan pronto fue posible me hice del soundtrack en cd., el resto es historia conocida.

Hará cosa de un mes, tuve oportunidad de presenciar la musicalización en vivo del filme, a cargo de Roberto Salomón, en la Cineteca Carlos Monsiváis del Centro Cultural Tijuana. Tal acontecimiento vino a cerrar un proyecto personal del pianista; una trilogía fílmica precedida por Amélie y Cinema Paradiso. Para mí: la oportunidad de apreciar esta obra del séptimo arte en su justa y entera dimensión, la gran pantalla.


Roberto sí recuerda la primera vez que estuvo frente a la obra de Campion: 

Fue en febrero de 1994 en un cine en Monterrey. La película había sido nominada a muchos premios y se exhibía como una de las favoritas a ganar el Óscar. Sin embargo, varios meses antes leí un artículo muy interesante en una publicación llamada "Sight & Sound" donde elogiaban la cinta y mencionaban que había ganado la Palma de Oro en Cannes, me llamó mucha la atención una fotografía donde aparecía una mujer flotando en el fondo del mar sobre un piano, atada a él como un cordón umbilical. Ver El Piano por primera vez, fue un impacto sobrecogedor, sobre todo la música porque no había escuchado algo parecido. No sé, las melodías eran tan particulares y las armonías tan diferentes del mundo del piano clásico. Así que fue como entrar a un mundo musical nuevo que me sedujo de inmediato.

El pianista regiomontano, avecindado en Tijuana desde hace varios años, recuerda también la serie de malabares que debían vivirse -entonces- para tener a la mano información, partituras, música (situación ajena a las nuevas generaciones, quienes encuentran prácticamente todo con un simple "click" en google).  Recuerda, por ejemplo, que volvió en repetidas ocasiones a la sala de cine, para aprender "de oído" una pieza en particular: "The heart asks pleasure first".

Efectivamente, la historia escrita y dirigida por Jane Campion, en la cual una mujer muda, de la Escocia a mediados del Siglo XIX; es vendida y casada por su padre, a un terrateniente en Nueva Zelanda. Mujer cuyo único medio de expresión, además de su pequeña hija y traductora Flora, es el piano; jamás hubiera sido lo mismo, sin el acertado trabajo de musicalización de Nyman. Roberto explica:

La música propone un viaje, recorre la trama con sus melodías, está llena de claroscuros, es romántica y gótica a la vez. Sin la música, la película carecería de fuerza. Con la música el mensaje es redondo, gracias a ella la película ha llegado a trascender, el tiempo la ha tratado muy bien.


A poco más de 20 años de su estreno, volver a The Piano, es un verdadero y delicioso capricho concedido a la nostalgia. En mi caso, el disfrute de la gran pantalla que, finalmente, es la manera en que toda película debe ser vista. Esa oportunidad, lo tengo claro, será algo que agradeceré por siempre a Roberto Salomón.

La historia, como bien apunta el pianista, compositor y arreglista; sigue tan vigente como entonces. Mi corazón decimonónico la abraza. Y, dadas mis circunstancias de vida la encuentro ahora, de alguna manera, como espejo de posibilidades. Admiro profundamente y aspiro, claro, a vivir la fortaleza de Ada, y su temeraria apuesta por la pasión. 



Soundtrack en Spotify

6.13.2014

Juárez Machado

Debo haber entrado en contacto con la obra de Juárez Machado (Brasil, 1941), más o menos, en el 2005. Buscaba imágenes de "tango".



De inmediato me atraparon sus personajes de rasgos básicos y músculos definidos, sin embargo de osamenta flexible.




...colores intensos, bicicletas, vino, fiesta y ¡excesos!... imágenes saturadas de glamour y sensualidad...



...con reminiscencias de antaño, sin embargo vigentes, luminosas.


...su mirada es indiscreta, erótica, ludens y terriblemente bella. Acá su página: http://www.jmachado.com/




6.02.2014

De los centenarios del 2014, mi corazón con Huerta



Efraín Huerta Romo nació el 18 de junio de 1914 en Silao, Guanajuato. No, mi corazón no está con Él por ser del mismo estado. En realidad me asumo tijuanense, así que no va por ahí.







Quizá, porque también supo del encanto fugitivo de las nubes:



Las nubes, las hermanas mayores de los sueños.

Huerta supo, además, del sórdido ritual de los aromas... allá, cuando las palabras están de más, cuando somos marabunta de hormigas furiosas:



No discutamos nunca, porque nada hay más insidioso que la mordedura rechazada.



Y para mi deleite y oscuro placer, algo supo y supo bien, del poder del bello facial masculino sobre las pogonofílicas irredentas:






Y, como si todo lo anterior no fuera suficiente, porque soy apasionada de la historia y Él tuvo a bien escribir "Amor, patria mía" su gran poema sobre la historia de México dicho a su amante en la cama. ¡Sinceramente no puedo imaginar una clase de historia mejor, más gozosa y sabrosa! (mueeeee-rooooo)











Sí, mi corazón está con Huerta porque imagino que, de habitar el mismo tiempo, pudimos ser amigos... y haber bailado de noche en las cantinas.










Te amo y te adoro en esa armonía

de hosca noche, de sórdido naufragio


Mi corazón -hosco, nocturno y sórdido- con Huerta, sí.