¿Será que al tiempo lo habitamos, o nos habita?... A veces podemos observarle, pesado, en la propia mirada. Otras, nos deja una incierta sensación de recorrerle... ¿acaso nos recorre él? Muchas, en cambio, lo vemos pasar delante nuestro, casi como al barrido fotográfico de las luces en la noche.
A punto de cumplir 40 vueltas al Sol, de pronto me sé con todo lo vivido a cuestas, sin embargo, ligera. Puedo tomar distancia e identificar la exacta dimensión de las cosas. Sé, más que nunca, mis tamaños. El alcance de mis pasos ... el efecto de mi voz. La gran fortuna que me ha cobijado.
Y espero y voy por más, siempre más... porque sé que la vida está en nosotros. Todo es cuestión de decidirse a vivirla, con todo su atroz encanto, su encantadora atrocidad. Y llenar y llenarnos de las presencias entrañables que acompañan, en su propio andar, nuestros días.
Así las cosas.