(Según J. S. Mill) La felicidad no puede conseguirse directamente, sólo puede ser el subproducto del logro de otros fines. Pero tampoco podemos simplemente auto-engañarnos con respecto a la felicidad, imponiéndonos otros fines, para después saborear furtivamente la satisfacción cuando éstos se logran, no admitiendo nunca que era la alegría en cuanto tal, y no los fines específicos, lo que queríamos. No podemos elegir nuestros fines. Ellos nos eligen a nosotros. El hombre puede hacer lo que quiera, pero no puede querer lo que quiera, como observó Schopenhauer.
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Gellner, Ernest (1992) Razón y Cultura
España: Síntesis
Pp. 223.
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