me da vergüenza la tristeza que se asoma en la mirada,
como si fuera el fondo salido en la orilla de mi falda
¿cuàndo deja una de estar triste?...
y luego las noticias embarradas de sangre
—y no cualquier sangre, sangre de mujer y de poeta—
—y no de cualquier mujer poeta, una que era voz de las desaparecidas—
¡què vergüenza, què dolor de paìs!
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