2.10.2013

[suspiro]

Tomé conciencia de la importancia del soundtrack personal desde hace años... muchos.  Quizás desde la infancia, con todas esas canciones que aún ahora me evocan momentos muy específicos, escenarios familiares, sabores, aromas.

Canciones, cantantes y grupos en particular me recuerdan siempre a ciertos personajes de mi familia.  

A partir de la secundaria, supongo, las canciones, cantantes y grupos, llevan ya colgaditas connotaciones diversas, pero mías.  Recuerdos personales.  Soy de la generación donde los noviecitos te regalaban cassettes grabados con una selección de canciones especialmente para ti... eso era de lo más romántico.

En esos tiempos empecé a escuchar -y buscar- música por gusto propio (no porque fuera favorita de mis padres, tíos, etc.).  Eran finales de los 80's, el "bum" del "rock en español"... 

En la prepa, a inicios de los 90's, los bailes de la escuela me dejaron el -ahora- placer culposo del "dance" de aquel tiempo.

Es innegable la influencia musical que los amores de mi vida han dejado en ese soundtrack personal.  Una quiere saberlo todo del ser amado, disfrutar lo que disfruta, entender lo que le mueve las fibras más íntimas... y la música es parte fundamental de eso.  Claro, una tiene sus "filtros" y, aunque el amor te vuelve empática, hay límites.   Valga decir, también, que algunos amores han sido más "musicales" que otros... y, luego entonces, más entrañables que otros, a partir de la "memoria musical" que pudieron dejarme.  En algunos casos, ya sin el compromiso empático, prácticamente se pierde esa sección del soundtrack, no fue relevante. 

El punto es, que he vivido rodeada de música.  Puedo incluso dormir con el radio prendido toda la noche, para musicalizar mis sueños.  

Mis gustos musicales, lo he dicho antes, son diversos. Me resultan fundamentales las letras de las canciones.  Soy mujer de textos, no lo puedo negar.  Pero tampoco niego el efecto físico y emocional que el sonido me provoca.  Las sensaciones que se disparan ante ciertas melodías: el rubor en las mejillas, la piel erizada, el calor, el aumento en la frecuencia cardíaca, la respiración cambiando de ritmo... la música es un arma poderosa, el cuerpo es vulnerable.

Una puede desarrollar mucho más que grandes afectos hacia quien te expone a tales sensaciones.  Sí, la música es un arma poderosa.  

No voy a negar lo enriquecedor que ha sido para mi trabajo poético, la exposición a música nueva (nueva para mí) en los últimos tiempos.   Y las tremendas connotaciones personales que se van trenzando en mis recuerdos.  Quizás, como nunca antes, la música está dejando una huella profundamente entrañable en eso que llamamos alma.  Descubro que esta música está marcando la forma en que apre[he]ndo al mundo.  No sólo en lo que escucho, sino también en lo que veo, huelo, saboreo, toco... Sólo los grandes amores provocan estas cosas.

Sí, puede que la música sea "El" gran amor de mi vida, y que al paso del tiempo únicamente le haya cambiado de nombres, caras, ritmos... de sección en la tienda de discos.   

Soy una romántica irremediable, no lo niego.  No imagino la vida sin soundtrack, ni al soundtrack sin amor.   Y el soundtrack, justo ahora, es perfecto: me llena de letras y de sueños.


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