Comentarios al libro de Mijail Lamas
presentado en CEART Tijuana
el 6 de junio de 2014.
Suelo decir que todo poemario es y será lugar
de hallazgos afortunados. Lo digo con plena convicción; con la certeza que me
da la experiencia lectora de años.
Cierto, soy proclive al poema en todas sus formas y presentaciones. En
particular, tratándose de libros, los busco, los invado a miradas arteras, los
saboreo una y otra vez; y los resguardo como tesoros invaluables. Jamás los
presto.
Encuentro fascinante el hecho de que, con las
mismas exactas vocales y consonantes con las que nombramos lo cotidiano, lo
banal y prosaico; los grandes poetas logren llenarnos de asombro: sacudirnos el
alma.
Pero, debo confesar, siento prácticamente la
misma emoción al leer el poema que al conocer las historias que se tejen
detrás; en su origen, alrededor, en las vidas que toca el poema así sea siglos
después de su creación.
Entonces, permítanme decirlo, al tener a Trevas.
Canción del navegante de sí mismo en las manos, supe que había llegado
a mi vida uno de esos poemarios que sacian todo mi fervor poético y lector.
Mijail Lamas, en un desdoblamiento toma la voz de Cesário Verde, poeta portugués del siglo XIX, justo en sus
últimos días. Así, desde la mirada de Verde, reconocemos el entorno,
sus espacios, sus miedos, sus pesares.
Sentimos la fiebre, el zarpazo eléctrico del escalofrío recorriendo la
espalda; el insomnio, la tos que ahoga.
El tiempo que se extingue:
El tiempo es esta flama que
brilla en mi cigarro, dice
Verde.
Lamas nos vuelve cómplices del poeta decimonónico y, junto a él andamos la
cuenta regresiva. Lo vemos, a cada vuelta de página, más cansado, palideciendo,
débil. Compartimos la oscura travesía por sus océanos internos; de sus
recuerdos: las mujeres amadas, los hermanos perdidos, también, por la
tuberculosis. Nos atribulan sus mismas
dudas. Verde, agonizante y con apenas 31 años,
nos parece un viejo navegante rumbo al puerto final.
Desde algunas páginas nos aborda Lamas, como
narrador omnisciente, quizá dándole a Verde un respiro necesario. Su mirada
sobre el poeta que agoniza es gentil, sin embargo total. Desde la radiografía
de sus pulmones donde anida la muerte; hasta el daguerrotipo de sus 14 años
asomándose a la ventana para mirar lo mismo a Caballeros Hidalgos
Navegantes que a Mujeres siempre rubias salidas de los
cuentos. Hay pesar en Lamas, él lo sabe:
Las
palabras que escribe
Cambian
la geografía
Del
mar donde se hunde
Al adentrarme en Trevas, surge entonces esta imperiosa necesidad de
saberlo todo de Verde. De leerlo entero. Pessoa y algunos de sus heterónimos
hicieron patente, en su tiempo, la importancia del poeta para la literatura
portuguesa. Y entonces me pregunto, cómo es que llega Verde, desde la Lisboa de
la segunda mitad del siglo XIX, a la poesía de Mijail Lamas, poeta
contemporáneo, mexicano… ¿cómo? ¿Qué los unió en el camino de la poesía? No
abundaré en las respuestas ahora, dejaré que el mismo autor lo comparta. Solo diré que sigo en el asombro de la
causalidad poética que nos trajo este poemario hoy, en esta tarde de junio, a
Tijuana. En el asombro de las redes
invisibles que teje la poesía, para hacerle llegar hasta donde sea necesaria.
Yo agradezco a Mijail la gentileza de su
invitación para compartir Trevas. Canción del navegante de sí mismo, y
los invito a la lectura. A dejarse tocar por el poema.
Mónica Morales Rocha
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