7.10.2014

Oscuridad para navegarse: TREVAS. Canción del navegante de sí mismo

Comentarios al libro de Mijail Lamas
presentado en CEART Tijuana
el 6 de junio de 2014.


Suelo decir que todo poemario es y será lugar de hallazgos afortunados. Lo digo con plena convicción; con la certeza que me da la experiencia lectora de años.  Cierto, soy proclive al poema en todas sus formas y presentaciones. En particular, tratándose de libros, los busco, los invado a miradas arteras, los saboreo una y otra vez; y los resguardo como tesoros invaluables. Jamás los presto.

Encuentro fascinante el hecho de que, con las mismas exactas vocales y consonantes con las que nombramos lo cotidiano, lo banal y prosaico; los grandes poetas logren llenarnos de asombro: sacudirnos el alma.

Pero, debo confesar, siento prácticamente la misma emoción al leer el poema que al conocer las historias que se tejen detrás; en su origen, alrededor, en las vidas que toca el poema así sea siglos después de su creación.

Entonces, permítanme decirlo, al tener a Trevas. Canción del navegante de sí mismo en las manos, supe que había llegado a mi vida uno de esos poemarios que sacian todo mi fervor poético y lector.

Mijail Lamas, en un desdoblamiento toma la voz de Cesário Verde, poeta portugués del siglo XIX, justo en sus últimos días.  Así, desde  la mirada de Verde, reconocemos el entorno, sus espacios, sus miedos, sus pesares.  Sentimos la fiebre, el zarpazo eléctrico del escalofrío recorriendo la espalda;  el insomnio, la tos que ahoga. El tiempo que se extingue:

El tiempo es esta flama que brilla en mi cigarro, dice Verde.

Lamas nos vuelve cómplices del  poeta decimonónico y, junto a él andamos la cuenta regresiva. Lo vemos, a cada vuelta de página, más cansado, palideciendo, débil. Compartimos la oscura travesía por sus océanos internos; de sus recuerdos: las mujeres amadas, los hermanos perdidos, también, por la tuberculosis.  Nos atribulan sus mismas dudas. Verde, agonizante y con apenas 31 años,  nos parece un viejo navegante rumbo al puerto final.

Desde algunas páginas nos aborda Lamas, como narrador omnisciente, quizá dándole a Verde un respiro necesario. Su mirada sobre el poeta que agoniza es gentil, sin embargo total. Desde la radiografía de sus pulmones donde anida la muerte; hasta el daguerrotipo de sus 14 años asomándose a la ventana para mirar lo mismo a Caballeros   Hidalgos   Navegantes que a Mujeres siempre rubias salidas de los cuentos. Hay pesar en Lamas, él lo sabe:

Las palabras que escribe
Cambian la geografía
Del mar donde se hunde

Al adentrarme  en Trevas,  surge entonces esta imperiosa necesidad de saberlo todo de Verde. De leerlo entero. Pessoa y algunos de sus heterónimos hicieron patente, en su tiempo, la importancia del poeta para la literatura portuguesa. Y entonces me pregunto, cómo es que llega Verde, desde la Lisboa de la segunda mitad del siglo XIX, a la poesía de Mijail Lamas, poeta contemporáneo, mexicano… ¿cómo? ¿Qué los unió en el camino de la poesía? No abundaré en las respuestas ahora, dejaré que el mismo autor lo comparta.  Solo diré que sigo en el asombro de la causalidad poética que nos trajo este poemario hoy, en esta tarde de junio, a Tijuana.  En el asombro de las redes invisibles que teje la poesía, para hacerle llegar hasta donde sea necesaria.


Yo agradezco a Mijail la gentileza de su invitación para compartir Trevas. Canción del navegante de sí mismo, y los invito a la lectura. A dejarse tocar por el poema.

Mónica Morales Rocha

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