Cenábamos anoche, la cría y yo, en restaurante de cadena nacional con tremendas pantallas de televisión que transmitían un popular canal deportivo.
El programa era de box. Bueno, de esa nueva versión en la cual pelean descalzos y pueden dar rodillazos y rodar por el suelo. La pelea se acompañaba de la faramalla teatral de entrevistas a los peleadores, donde gritan, amenazan y lanzan toda una serie de improperios y fanfarronadas. Teatrales, en serio, la gesticulación, las miradas... (son buenos actores, es innegable).
De pronto, la cría me pregunta con espontánea y auténtica curiosidad:
«¿Para qué sirve el box, mamá?»
Casi en automático, me escuché responder:
«Es una válvula de escape social.»
Al ver su cara comprendí que era necesaria una explicación más simple y clara. Aunque, de entrada, su pregunta ya dejaba ver lo absurdas que las escenas en pantalla le resultaban.
Inicié explicándole que al decir "válvula de escape" estaba en realidad usando una metáfora. Busqué un video en YouTube para mostrarle la manera en que una olla de presión funciona: como el calor y los vapores que se acumulan en su interior, de no contar con ese mecanismo que deja escapar poco a poco un hilito de aire caliente, terminarían por hacer explotar la olla.
Entonces, continué, cuando las personas, comunidades y sociedades, acumulan por mucho tiempo enojo y malestares, son como esa olla de presión. Son "necesarios" mecanismos (en este caso mediáticos) que les permitan sublimar las emociones violentas, para evitar la explosión. Como noté que aún no quedaba del todo satisfecha con mi explicación, le recordé la historia de Miguel Hidalgo y la lucha por la Independencia de México (qué seguramente tienen ya muy vista las escuelas en estas fechas). Le recordé el contexto, la dependencia de España, la situación del país... los muchos siglos de acumular ese "malestar". Entonces México estalló. Y, bueno, otro ejemplo fue la Revolución Mexicana.
Ya en otro momento de su vida profundizaré en los detalles históricos que la SEP omite con alevosía.
Volviendo al box, resulta que al observar hombres golpearse mutuamente hasta sangrar y caer al suelo, las personas satisfacen sus instintos violentos. Tal afirmación a ambas nos pareció triste... terrible.
Ella comentó entonces que algún pariente cercano le dijo que no debía ver esos programas porque luego los niños pelean en la escuela (por seguir el ejemplo de la televisión). Lo cual me llevó a comentarle que no a todos los niños les explican lo que ven en la tele. No todos reciben de sus adultos cercanos la mediación necesaria respecto de los contenidos televisivos, por eso creen que todo lo que observan en la pantalla es cierto o correcto y lo quieren imitar.
Cerramos el diálogo de acuerdo sobre lo injustificada que resulta la violencia humana. Y con algo de análisis de medios, aprovechando el viaje.
Así la vida.
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