10.05.2017

Otoño 2017.


De pronto ya estamos en octubre, con sus lunas impresionantes y el descenso justo en la temperatura para correr al armario y sacar los chalecos de estambre. Las bufandas.

Un débil viento de Santana, en días pasados, terminó por llevarse las altas temperaturas en algo que puedo imaginar como el último suspiro del verano.

El clima no es lo que solía ser, de cualquier modo. En romántica obstinación seguimos pensando en estaciones definidas en temperaturas y paleta de color. Nuestra inconsciencia tiene al planeta loco y el calentamiento global se hace patente con mayor frecuencia e intensidad.

Los fenómenos climatológicos cobran factura. Alta, muy alta. La temporada de huracanes se extiende y deja a su paso gran desolación. 

En México la tierra nos ha sacudido fuerte. Un par de sismos en septiembre nos tienen aún sumidos en la tolvanera mediática sin dejarnos medir aún con claridad qué tanto perdimos o ganamos. Se dice mucho y sabemos poco. Los nuevos medios recurren a estrategias viejas: amarillismo, emotividad, miedo, empatía. Nos duele a todos, es cierto. Y la herida mayor vuelve a ser la infame lucha por el raiting.

El mundo es un polvorín. Por donde se mire.

Acá, intentamos resolver asuntos personales. Aclarar la mente y seguir andando. Procurarle la sonrisa a la cría, que en no mucho estará a la par de la mía (contando los centímetros desde el suelo). 10 años juntas, ¡caray! La vida se escapa a cada instante. No logro retenerla. No puedo, como a un gato, sobarle el lomo y escucharle ronronear en mi regazo... no, la vida ya está en otra parte.

Quisiera un tiempo para escribir. Hay, al menos, un par de cosas en el tintero aguardando con paciencia al fin de semana propicio, el inhábil oficial... algún espacio ganado al insomnio.

Y ya es octubre. En unas semanas habrá que montar el árbol de navidad y abrazarnos mucho frente a una taza de chocolate caliente. Espero el invierno tenga algo de compasión... o conseguir un artefacto adecuado.

En tanto, saquemos los chalecos, las bufandas, los abrigos. Preparemos la cama con franelas. Y abracemos cada instante. Cada uno, en los días que nos quedan.

Así las cosas.








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