10.08.2008

SOFÍA


Al alba tú nacías,

profunda de ti el tiempo

era de tierra.

Te vi salir cayendo de tu nombre,

quise arrancarte uno a uno

aquellos soles ciegos, impalpables fantasmas,

que tú sola engendrabas:

las fechas que brillaban en tus labios,

la sombra insomne de todos los preceptos.

Te oí gritar árbol o nube,

la sal de los principios en tu adentro,

y yo, en silencio te miraba

atenta al horizonte y a la respiración del viento.

Te vi nacer tan hondo,

con el oficio de las fábulas,

que todo en ti resucitaba y así vivía

siempre a un solo impulso

viendo surgir la noche,

la primer noche primitiva.

Un gordo buda te rodeaba

con sus manos de pan y tú

llorabas muda ante nosotros.
Como un espejo te mirábamos

tratando de copiar en vano tu hermosura.

Un coro de lo alto —lo escuchamos—

cantaba tu color cuando reías,

desangrándonos, viejos, a la espera

de otros treinta años

para aprender a hablar un poco y todavía

sin conocer el vértigo del tiempo enfermo,

la pérdida de ser definitivos.
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MARÍA BARANDA (1993)
Ficción de cielo
México: UAM. p22-23.

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