¿Recuerda usted cuál fue el primer LP que compró en su vida?... Sí, hablo de vinilos, de tiempos remotos, de nostalgia.
En mi caso, era 1988. 12 años y un billete de 20 pesos (de aquellos, de entonces) fueron suficientes para buscar en la mesa de discos del Calimax (sí, entre carnes y abarrotes, el supermercado local tenía una mesa de "ofertas") hasta toparme con la mirada insinuante del argentino, que prometía delicias con la leyenda "atado a un sentimiento".
No digo que fuera mi primer disco. En casa de mis padres siempre hubo música. Aún conservo mis ediciones de Parchís, Burbujas y Heidi. Sin embargo ese de 1988 fue el primer disco que yo, por voluntad propia y con todo el poder de autodeterminación que el "domingo" paterno me brindaba, tomé entre mis manos para llevarlo a casa.
En aquellos tiempos los vinilos eran costosos. Mi colección musical de secundaria se llenó de casetes, que resultaban más sencillos de conseguir. Qué decir de autoproducir, grabando canciones de la radio.
En los noventas todo fue disco compacto. Y, cuando menos nos dimos cuenta, ya teníamos cientos o miles de canciones en la memoria de la computadora.
Gracias a consejos sabios, hace más o menos un par de años me hice de un tocadiscos y volví a comprar vinilos. La mayoría en tiendas locales de discos usados: templos a la nostalgia.
Justo hoy tuve oportunidad de acudir al Tijuana Record Show en las instalaciones del ICBC. Apenas entrar al pasillo de acceso a la galería, donde se instalaron los vendedores, y ese aroma de disco viejo se apoderaba de una, con cierto efecto hipnótico y seductor. Me traje 5, más uno de Louis Armstrong que eligió la cría y, obvio, no pude negarme a comprar.
Ahí estábamos, todos, en la búsqueda. Porque la pureza digital no puede compararse, ni remotamente, con el sucio encanto del scratch al girar y girar:
El incitante sonido de la aguja sobre el vinilo...
Caricia punzantelengua afilada que lo hace cantar
...¡supera ésa, IPod!
Sí, ahí estábamos. Y de pronto te encuentras con la sonrisa cómplice de algún reciente conocido que te saluda y pregunta "¿le gustan los vinilos?", como sabiendo que, en el fondo, compartimos un vicio común; que no somos tan distintos. Sí, eso hace la música en vinilo, en estos tiempos de Soundcloud y Spotify.
Mi modesta colección, entonces, ha crecido un poquito hoy. Algún otro día me daré la vuelta por ciertos lugares en la ciudad que me han recomendado. Y seguiré a la espera de volver a mi favorito, ese cielo de los coleccionistas de vinilos: Amoeba.
Así la vida. Así la nostalgia.
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