Me doy cuenta que hace 8 meses no pasaba por aquí. De pronto el 2019 se volvió complejo, entre cambios, retos y gozo... hasta cerrar en una transición con el 2020 que ha sido un knock out para la familia y varios de mis más cercanos. Y aquí vamos, en el intento por levantarnos de la lona.
Pero no puedo quedarme únicamente con lo difícil o triste. La vida es más rica, interesante y sorprendente.
El 2019 es el año de «Rómpase en caso de», mi cuarta publicación individual que ha sido gratamente recibida por los lectores.
La cría ingresó a la secundaria y la veo cada vez más independiente, autónoma y dedicada a su gran pasión: la animación digital.
Las amistades: conmigo. Pasan los años y su presencia luminosa me conduce para seguir adelante aún en los momentos más oscuros.
La vida nos nutre de experiencias atesorables: amaneceres, palabras, acompañamientos que se vuelven huella profunda en la memoria.
Sonreí mucho, en 2019. Y mi sonrisa fue desde la entraña.
Estamos a punto de terminar el primer mes del 2020. Es ahora que cada una de las manos y miradas queridas, son tan necesarias y apreciadas. Voy a por 44 años en este mundo... y espero dejar lo mejor en todas y cada una de mis personas importantes.
Espero tener claro, siempre, todo aquello que no está en mis manos. Y lo que sí, atenderlo de forma adecuada, justa y cálida.
Esta reflexión surgió hace unos días, al renovar mi licencia de conducir. La señorita que tomaba mis datos preguntó si quería donar mis órganos —yo quisiera, quisiera mucho y tanto, pero tuve hepatitis a los 14 años—. "No", le respondí y expliqué la causa. Mientras ella seguía con la mirada fija en la pantalla, pensé que mi tarea es ayudar lo más posible, brindar mi apoyo en cada oportunidad. Una vez muerta, en nada serviré, ni serán mis restos de provecho en lo más mínimo. Es aquí, ahora, mientras haya vida.
Así las cosas.