Soy de las que rompe la rigidez del orden alfabético para colocar "The letters of George Sand" juntito a "The Confession of a Child of the Century" de Musset. Soy una romántica. Una Celestina.
Me gustan los libros felices por eso —también— de vez en vez dejo que Lizt y Chopin, desde el tocadiscos, inunden la casa. La Sand lo agradece desde su reluciente lomito rojo.
No, no presto mis libros. Jamás. En situaciones extremas, prefiero regalar otro ejemplar nuevo. Prestar el mío, nunca. Bueno, ha sucedido, pero fue doloroso.
Por congruencia y respeto, entonces, jamás pido un libro prestado... así muera de deseo. En todo caso, corro a mi librería más cercana a buscarlo.
Las ediciones agotadas me rompen el corazón. Me matan. Son ese beso que nunca daré.
Cuando el autor me dedica su texto, ¡ah!, no sabe ese autor lo tan grande y tan bonito que ha hecho por mí. No tiene idea.
Y cuando algún amigo me regala un libro... entonces sé que ese amigo sabe bien quién soy y —aún así— me quiere y me alcahuetea el vicio.
* Originalmente publicadas en FB
el 3 de enero de 2014.
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