Conocí a Roberto Salomón en 2011, en un concierto en El Lugar del Nopal. Antes de saber de su vida o siquiera hablar con él, conocí su pasión y enorme talento al piano. Desde entonces, la amistad, las colaboraciones y el cariño se han construido entre muchas alegrías y aprendizaje. He sido testigo de sus proyectos y crecimiento durante todos estos años.
“De ardiente melancolía”, así, en este contexto de tiempos aciagos, me devuelve al amigo ausente, y le reconozco entre las notas que fluyen cargadas de esa pasión tan suya, esta vez para contarnos su historia, recuerdos, nostalgias. Son, sí, su voz, su tono, su elegancia en la interpretación; sin embargo, ahora con la luminosidad de quien se ofrece transparente, luego de un sinuoso viaje de introspección —a sí mismo y al pasado—, del cual regresa pleno sabiéndose dueño de cada paso presente y futuro.
Este primer sencillo de su álbum debut, es fina muestra de todo lo que Roberto lleva entre las manos y el corazón. La intuición y experiencia para articular con precisión cada nota y transmitir la emoción precisa, auténtica. Salomón, confidente, nos cuenta su historia… y, a la vez, se torna abrazo para su escucha, en estos tiempos aciagos, cuando el arte nos conecta y alivia.
¿Recuerda usted cuál fue el primer LP que compró en su vida?... Sí, hablo de vinilos, de tiempos remotos, de nostalgia.
En mi caso, era 1988. 12 años y un billete de 20 pesos (de aquellos, de entonces) fueron suficientes para buscar en la mesa de discos del Calimax (sí, entre carnes y abarrotes, el supermercado local tenía una mesa de "ofertas") hasta toparme con la mirada insinuante del argentino, que prometía delicias con la leyenda "atado a un sentimiento".
No digo que fuera mi primer disco. En casa de mis padres siempre hubo música. Aún conservo mis ediciones de Parchís, Burbujas y Heidi. Sin embargo ese de 1988 fue el primer disco que yo, por voluntad propia y con todo el poder de autodeterminación que el "domingo" paterno me brindaba, tomé entre mis manos para llevarlo a casa.
En aquellos tiempos los vinilos eran costosos. Mi colección musical de secundaria se llenó de casetes, que resultaban más sencillos de conseguir. Qué decir de autoproducir, grabando canciones de la radio.
En los noventas todo fue disco compacto. Y, cuando menos nos dimos cuenta, ya teníamos cientos o miles de canciones en la memoria de la computadora.
Gracias a consejos sabios, hace más o menos un par de años me hice de un tocadiscos y volví a comprar vinilos. La mayoría en tiendas locales de discos usados: templos a la nostalgia.
Justo hoy tuve oportunidad de acudir al Tijuana Record Show en las instalaciones del ICBC. Apenas entrar al pasillo de acceso a la galería, donde se instalaron los vendedores, y ese aroma de disco viejo se apoderaba de una, con cierto efecto hipnótico y seductor. Me traje 5, más uno de Louis Armstrong que eligió la cría y, obvio, no pude negarme a comprar.
Ahí estábamos, todos, en la búsqueda. Porque la pureza digital no puede compararse, ni remotamente, con el sucio encanto del scratch al girar y girar:
El incitante sonido de la aguja sobre el vinilo... Caricia punzantelengua afilada que lo hace cantar
...¡supera ésa, IPod!
Sí, ahí estábamos. Y de pronto te encuentras con la sonrisa cómplice de algún reciente conocido que te saluda y pregunta "¿le gustan los vinilos?", como sabiendo que, en el fondo, compartimos un vicio común; que no somos tan distintos. Sí, eso hace la música en vinilo, en estos tiempos de Soundcloud y Spotify.
Mi modesta colección, entonces, ha crecido un poquito hoy. Algún otro día me daré la vuelta por ciertos lugares en la ciudad que me han recomendado. Y seguiré a la espera de volver a mi favorito, ese cielo de los coleccionistas de vinilos: Amoeba.
Amo Internet. El acceso a la información. Me encantan las puertas que se abren y el conocimiento que se puede adquirir, así, con un click.
Hoy desperté con Lucho Gatica y entonces al escuchar el bolero "Si no estás conmigo", la melodía me sonó -muchísimo- a "I'm a fool to want you" de Sinatra. Pues bien, esa práctica de llevarse las melodías y ponerles letra en otro idioma es muy común, no solo en el bolero. Entonces quise saber un poquito más sobre ambas piezas, para identificar cuál fue la versión original. Encontré un PDF (delicioso) de la argentina Olga Giacumbo de Mauri, donde explica que el bolero de Luis Martínez Serrano (Barcelona 1900-México 1970), debió ser compuesto antes de los 40's, si acaso en los primeros años de esa década. En tanto que la versión de Sinatra se publicó en 1951.
Pero bueno, volviendo al PDF delicioso, les comparto elenlace a esta maravilla que aborda, desde el mundo académico, este género de la canción popular, específicamente en el ámbito argentino.
...y un buen día terminas escribiendo el guión para un espectáculo musical. Así las cosas.
Lo mío, desde hace años es la poesía. Sin embargo, por razones desconocidas (que tengo pendiente preguntarle, por cierto) Roberto Salomón (pianista radicado en Tijuana) me invitó a escribir los diálogos para un proyecto que rondaba en su cabeza desde hace tiempo.
Nos reunimos un par de veces a platicarlo y, de pronto, un día me avisa que ya tiene fecha para el estreno: 21 de marzo.
Teníamos el argumento general, los cantantes que participan, sus personajes... y un sueño. Lo demás es (o será) historia conocida. ¡Y vaya que lo he disfrutado!
Trabajar con músicos/cantantes ha sido toda una experiencia nueva y riquísima. Leer el trabajo terminado, escucharlo en sus voces... observar cómo las palabras toman vida: increíble.
Se recrea la época dorada de la radio en México. Las protagonistas son mujeres y las canciones las llevamos en el corazón desde la infancia. La línea es cómica, y los arreglos de Roberto... una sorpresa que promete dejarnos un delicioso sabor de boca... u oreja, digamos.
Además, a la cría le está gustando. De pronto la sorprendo cantando las canciones con las que crecí y, claro, se siente bonito... me emociona la idea de llevarla al estreno y que ella sepa que eso que ve en escena lo escribió su mamá.
Yo agradezco en el alma la confianza de Roberto, su invitación. Que dejara en mis manos el privilegio de darle forma a este proyecto; ponerlo en palabras. A las y el cantante, el entusiasmo por sus personajes, el cariño a la historia.
Finalmente, lo sé, el guión servirá de andamio para mostrar el espléndido trabajo musical de ese equipo sobre el escenario. Los arreglos de Salomón, su reinterpretación de una época y un género musical que, seguramente, nos enviarán a todos, de regreso a casa, con una gran sonrisa a buscar en los recuerdos.
Los boletos ya están a la venta, en el correo electrónico: radiocricri@gmail.com
Si bien soy fervorosa escucha de las ejecuciones al piano, tanto de piezas "clásicas" como de jazz; y debo confesar un concupiscente apego a su simetría en blanco y negro. Mientras, igual, vivo un triángulo apasionado con dos instrumentos de viento, el saxofón y la trompeta [con sordina no, porque me enamoro], al grado de no poder decidirme por uno en particular y abandonarme —sin pudor— al deleite gozoso de interpretaciones conjuntas [como la gloriosa "So what" de Miles Davis con John Coltrane, ¡mi Johnny!].
No estoy aquí, esta vez, para escribir de mis perversiones musicales agudas y crónicas. No. En esta ocasión aprovecho para retomar una conversación de sobremesa compartida con mujeres extraordinarias, entre ellas la cronista Magali Tercero. En aquella oportunidad el tema salió a la plática, precisamente, porque en el establecimiento de alimentos en el cual nos encontrábamos amenizaba un hombre tocando el acordeón. Y, entonces, la reflexión giró en torno a estos instrumentos que requieren de su ejecutante una actitud de abrazo.
El acordeón, la guitarra, el cello y el contrabajo, por mencionar algunos ejemplos, requieren del músico no solo la disposición hábil y solícita de sus manos. No, estos instrumentos necesitan un contacto más íntimo, mayor proximidad entre su cuerpo y quien, en cierto punto, no solo los toca: los acaricia.
Resulta fascinante en verdad observar a los músicos en el punto de mayor intensidad de sus ejecuciones. Más allá de la maestría en el oficio, la pulcritud de la interpretación y la sensibilidad para arrancarle al instrumento las notas precisas; atestiguamos un verdadero acto de amor.
Al llevarlos tan cercanos al tórax, instrumento y músico comparten un momento de intimidad que puede, incluso, provocarnos cierto placer vouyerista. Instrumento y músico acompasan el ritmo de su respiración y sus latidos. Y como producto de ese acto sublime: la música.
Desde una pieza clásica hasta un tango; de la canción popular al más estridente ejemplo de free jazz; estos instrumentos abrazables son una delicia para la vista y el oído.
Ponga Ud. atención y luego me cuenta si no.
Nota: la imagen que aparece en la parte superior es edición a la fotografía que tomé el 30 de mayo de 2006 a Saúl Alejandro Huerta, acordeón en La Ballena de Jonás, en la cabina de Fusión 102.5 (Entonces, todavía, Estereo Frontera).
Siempre existirán circunstancias individuales, momentos, personas; hechos históricos, políticos y sociales, que marcan la vida de los seres humanos. Que definen el imaginario social y personal. Pertenezco a las generaciones que, además, han sido marcadas por los medios masivos de comunicación. Por los productos mediáticos.
Me enamoro con música y voy por la vida observando el mundo a través de lo que leo. Sí, nuestras construcciones culturales están irremediablemente ligadas a lo mediático.
Quienes me conocen, lo saben: El Piano (Campion, 1993) es mi película favorita en todo el mundo. Se estrenó en Cannes y se llevó la Palme d'Or, en empate con Bawang Bieji de Kaige Chen. Al año siguiente, en la entrega del Oscar, se llevó 3 de 9 nominaciones: Mejor actriz protagónica - Holly Hunter; mejor actriz de reparto - Anna Paquin; y mejor guión -Jane Campion.
Dejando de lado los premios que, finalmente, siempre podrán ser cuestionados. El hecho real, certero, es que la neozelandesa Campion vino a dejar muy claro lo que las mujeres con talento podían lograr en el cine.
En 1993 yo tenía 17 años. Vivía con mis padres y (lo mismo que a Anna Paquin) no se me permitió verla en el cine. Sin embargo fui testigo, a través de la televisión, del revuelo que la película provocaba alrededor del mundo. Poco sabía entonces de lo que llegaría a significar en mi vida.
No recuerdo exactamente cuándo la vi por primera vez. Tengo claro que algún novio tuvo a bien regalármela en VHS y de ahí el amor (a la película, no al novio). Caí -sin remedio- ante el protagonismo femenino y decimonónico. Ante la fortaleza de Ada y la belleza arrebatadora de la fotografía de Stuart Dryburgh. Ah, y por supuesto, ante la espléndida musicalización de Michael Nyman.
Tan pronto fue posible me hice del soundtrack en cd., el resto es historia conocida.
Hará cosa de un mes, tuve oportunidad de presenciar la musicalización en vivo del filme, a cargo de Roberto Salomón, en la Cineteca Carlos Monsiváis del Centro Cultural Tijuana. Tal acontecimiento vino a cerrar un proyecto personal del pianista; una trilogía fílmica precedida por Amélie y Cinema Paradiso. Para mí: la oportunidad de apreciar esta obra del séptimo arte en su justa y entera dimensión, la gran pantalla.
Roberto sí recuerda la primera vez que estuvo frente a la obra de Campion:
Fue en febrero de 1994 en un cine en Monterrey. La película había sido
nominada a muchos premios y se exhibía como una de las favoritas a ganar el
Óscar. Sin embargo, varios meses antes leí un artículo muy interesante en una
publicación llamada "Sight & Sound" donde elogiaban la cinta y
mencionaban que había ganado la Palma de Oro en Cannes, me llamó mucha la
atención una fotografía donde aparecía una mujer flotando en el fondo del mar
sobre un piano, atada a él como un cordón umbilical. Ver El Piano por primera
vez, fue un impacto sobrecogedor, sobre todo la música porque no había
escuchado algo parecido. No sé, las melodías eran tan particulares y las
armonías tan diferentes del mundo del piano clásico. Así que fue como entrar a
un mundo musical nuevo que me sedujo de inmediato.
El pianista regiomontano, avecindado en Tijuana desde hace varios años, recuerda también la serie de malabares que debían vivirse -entonces- para tener a la mano información, partituras, música (situación ajena a las nuevas generaciones, quienes encuentran prácticamente todo con un simple "click" en google). Recuerda, por ejemplo, que volvió en repetidas ocasiones a la sala de cine, para aprender "de oído" una pieza en particular: "The heart asks pleasure first".
Efectivamente, la historia escrita y dirigida por Jane Campion, en la cual una mujer muda, de la Escocia a mediados del Siglo XIX; es vendida y casada por su padre, a un terrateniente en Nueva Zelanda. Mujer cuyo único medio de expresión, además de su pequeña hija y traductora Flora, es el piano; jamás hubiera sido lo mismo, sin el acertado trabajo de musicalización de Nyman. Roberto explica:
La música propone un viaje, recorre la trama con sus melodías, está
llena de claroscuros, es romántica y gótica a la vez. Sin la música, la
película carecería de fuerza. Con la música el mensaje es redondo, gracias a
ella la película ha llegado a trascender, el tiempo la ha tratado muy bien.
A poco más de 20 años de su estreno, volver a The Piano, es un verdadero y delicioso capricho concedido a la nostalgia. En mi caso, el disfrute de la gran pantalla que, finalmente, es la manera en que toda película debe ser vista. Esa oportunidad, lo tengo claro, será algo que agradeceré por siempre a Roberto Salomón.
La historia, como bien apunta el pianista, compositor y arreglista; sigue tan vigente como entonces. Mi corazón decimonónico la abraza. Y, dadas mis circunstancias de vida la encuentro ahora, de alguna manera, como espejo de posibilidades. Admiro profundamente y aspiro, claro, a vivir la fortaleza de Ada, y su temeraria apuesta por la pasión.
En 1976, el año en que nací, Nina Simone cantaba "Feelings". El tema compuesto por Louis Gasté (''Pour Toi'', 1956) fue popularizado en Estados Unidos por Morris Albert, en 1975. Para 1987, un jurado en Manhattan resolvía a favor del compositor francés, obligando al brasileño Albert, a pagar algo así como medio millón de dólares por el plagio (ver nota de The New York Times).
sí, ya lo dije alguna vez... esta pudiera ser[o es]la canción más cursi del planeta, pero Nina le da la vuelta y nos la deja con las entrañas por fuera...
total que no le queda a una más que aplaudir de pie, y esconder las nostalgias que terminan despeinadas por la sacudida de su piano y su voz.
¡Brava, Nina!
3.10.2014
Próxima
NOCHE DE LUNA BRAVA
este sábado 15 de marzo
ELLAS SABEN VOLAR
en
El Lugar del Nopal
9:00 p.m.
cooperación: $80.00 pesos
En el marco de las actividades que El Lugar del Nopal ofrecerá durante el mes de marzo, hemos preparado un programa especial para conmemorar el Día Internacional de la Mujer.
ELLAS SABEN VOLAR
rescata letras y música nacidas del corazón de poetas y cantautoras latinoamericanas. Te invitamos a recordar sus voces, sus propuestas, reclamos y deseos... su muy particular forma de ver el mundo, la vida, el amor y la pasión.
Por cuestiones de mecánica automotriz, desde hace una semana nos transportamos en el abuelomóvil (que no tiene radio). Los trayectos casa-escuela-trabajo-casa pudieran ser, por lo menos, soporíferos, sin embargo -y para fortuna nuestra- mi celular está cargadito de música y éso ha salvado el viaje.
Justo esta mañana, al hacer la búsqueda de archivos, descubrí que traigo "The Suspended Night" de Tomasz Stanko y le dije a la Kix "prepárate para escuchar mi favorita" (la variación número dos). Sobra decir que el recorrido fue más que eufórico. Entre mis tarareos, los "escucha como el bajo te atrapa desde el inicio...el piano luminoso... la trompeta... esos platillos", el otras tantas veces pesado camino de la casa a la escuelita se nos fue en un suspiro.
¿Te gustó? Le pregunté a la Kix al terminar con ese fabuloso (casi orgásmico) remate de trompeta... "sí" me dijo. Sobra decir también que, a manera de sobremesa, seguí hablando con emoción exacerbada (y profunda devoción, casi me atrevo a decir que con brillo en los ojos) de las deliciosas cualidades de la pieza. "A mí me gustó la trompeta" me dijo con voz firme y segura.
And I lost in the morning mist of an age at a riverside keep wandering in the mystic rhythm of jungle drums and the concerto.
Gabriel Okara, Piano and drums
El Arquitecto calla, piensa. Planea
juntar las puntas de la media noche
para hacer de nuevo el puente
entre tu voz y tu verdad primera.
...el inicio es torpe. Borro y escribo:
Thelonius Monk ató puntas de la media noche
para tender la melodía que funciona
como puente de tu voz
al grito primigenio.
Acaso ha mejorado. Sigo escribiendo pero entonces apareces. Entras al cuarto y a pesar de que te veo de frente, prefiero la otra imagen que hay en el espejo, la variación del vidrio boquiabierto junto a ti.
...me detiene boquiabierto: evidente efectismo. Pongo de nuevo esa canción del Arquitecto y dejo que te vayas. Continúo:
Thelonius Monk ha atado los extremos de la media noche
para iniciar la variación de los andamios
que se alargan de tu hablar
a tu gemir de orgasmo al primitivo
tiempo de los otros los pre-humanos
que se aman contemplando el fuego
Thelonius Monk armó la media noche circular
y entonces la ternura más rudimentaria
se apropió de ti te convirtió en la imagen
del primer amor que es casi el eufemismo
de quedar en celo es casi ronda casi
día siguiente
...la canción termina pero alguna variación es todavía posible. Callo. Imagino al arquitecto componiendo partituras que sirven nada más para salir o para entrar en ellas. Pongo play:
pensaba
unir las puntas de la media noche
y la ternura más homínida posible
el más elemental amor te vio las manos
y pensó en dejarlas en la piedra para siempre
en invocarte como a la cacería y te volvió rupestre
y te dejó en la cueva del amor original
del eufemismo de quedar en celo
de ser Thelonius Monk haciendo los andamios
que se alargan de tu voz a los aullidos de tu risa
hacia el temblor de orgasmo
y vas del piano al tambor y vas también
en dirección contraria
Caigo en cuenta
de que el puente es una forma de la eternidad
que el Arquitecto escribe los reflejos de tu rostro
cuando entras por la puerta tu precisa variación
tus puntos tus momentos de llegada o de partida.
Trabajando en proyecto académico... examen de grado en puerta. Hora de poner más café, la noche será larga.
[en el player: Stanko y su noche suspendida... a propósito de]
Y parece que la tan esperada mudanza, ahora sí, es cosa de semanas. Pensaré en empacarlo todo luego del examen. Eso sí, tendremos que vender algunos muebles, cosas... el lugar es más chico así que debemos resolver qué es lo mínimo indispensable. ¡Debo garantizar el espacio para mis libros, discos y películas, ja!... La Kix ya escogió su recámara (la más grande, por cierto).
La vida, acá, diluyéndose al ritmo de los cuatrimestres laborales... nada nuevo. Al otoño le restan, apenas, un par de semanas pero ya me dejó un poemario marinándose en su jugo... ya veremos.
La vida, sencilla, simple, sin grandes aspavientos... algunos dolorcitos, preocupaciones, pendientes, pero ahí vamos. Ah, si no fuera por la música, el tinto, la poesía... ¡y esas bellas y descaradas nubes de otoño!
Se agradece en el alma la amistad, nueva, de años, toda. La amistad es un chaleco salvavidas fundamental y necesario en este mundo loco.
Acá el tiempo, sin detenerse ¿cuál es la prisa? me pregunto. Yo, con un pie cada vez más en la abstracción y el otro intentando no soltar el suelo. Lo sublime me arrebata y en apenas unas notas musicales me pierdo. ¿Y ahora de dónde tanto suspiro?
Total que la vida es buena, digo yo. ¿Si no, porque sigo sonriendo?
Total que la vida es buena y a mi se me llena con la vocecita de la Kix, cantando desde el otro cuarto; mi reloj nuevo de $80.00 pesos y su maravillosa cara azul; y unos lentes de sol aún más baratos que compré, no sé bien por qué, luego de más de 10 años sin usar lentes oscuros (sucede que estoy más ciega que un topo y sin mis lentes graduados no veo nada, y si a eso le agregan un plástico oscuro, menos), pero que me provocan tal encanto porque son prácticamente un antifaz para esconderme debajo. Además, me quedan bien con el otoño, creo.
Sí, la vida es buena... con todo y el sexenio que inicia y su "back to the future" gabinete; las predicciones mayas (que no me asustan); el clima organizacional en la chamba como campo minado; y todo aquello que por algo será que olvido.
Es bueno cerrar el cuatrimestre de Introducción a la sociología con la satisfacción de haber dejado algo en cada uno de mis siete alumn@s. Bueno también que ya pronto seré madrina de generación en el acto académico de aquél grupo de coleguitas que acompañé en su proceso de formación profesional. Más bueno, aún, cerrar un proceso académico propio (la maestría).
Buenas las risas, los momentos compartidos, los desvelos, las conversaciones inteligentes... ¡la música!
¡Y muuuuy buena la noche suspendida de Stanko!
Ya está listo el café... me vuelvo a mi noche larga.