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7.22.2017

"Una vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida..."



Mi abuelita materna murió hace 3 años. Desde entonces, cada vez que la vida se pone retadora o laberíntica, la extraño horrores. Faltan sus palabras de aliento, su confianza a toda prueba en las virtudes que, vayan ustedes a saber la razón, seguía observando en mí sin importar el paso del tiempo.

Hoy mi madre me envió un queso fabuloso y al llegar a casa lo supe: tengo todo para preparar el caldo de papas con queso que cocinaba mi abuelita. Sí, estoy triste, lo supe y supe también que algo de mi madre y mi abue me acompaña ahora, mientras las papas se cuecen. A veces una busca un abrazo, otras levanta el teléfono y espera una voz amable... esta vez, como ha sucedido antes, vuelvo al caldo de papas con queso, porque es un sitio familiar, reconfortante, calientito, como un abrazo materno.

Nunca seré demasiado mayor, para dejar de temblar ante la incertidumbre, lo sé. Sin embargo, mis casi 41 me han enseñado a ser paciente y observar con calma, a pensar... y pedir ayuda si hace falta.

Y sé también que,  en tanto decido los siguientes pasos, puedo apapacharme el corazón con el caldo de papas con queso de mi familia.

Así las cosas.

5.06.2015

Mayo


Pues así, casi sin pensarlo, ya estamos en mayo. El semestre a punto de concluir: evaluar a un mundo de alumnos; leerlos.

Con el quinto mes llegan, igual, los festejos y celebraciones maternales. Sigo sin hacerme a la idea de alegrarnos (o pensar) durante un día sobre un tema para, el resto del año, dejarlo de lado. A eso me saben los "días internacionales de...". Manías que incrementan con la edad, ustedes disculpen.

Finalmente, si se es madre, el puesto se ocupa a lo largo de la vida de los involucrados en la relación materno-filial, los 365 días de cada año. En fin, las reflexiones al respecto, el reconocimiento o gratitud (de ser merecidos) no debieran limitarse a una fecha arbitraria y comercial.

Yo, en la madre, pienso todo el tiempo. Es mi chamba, digo. Tengo una cría y mi maternidad la construyo todos los días; vaya, no la doy por hecho. Intento dejarle al mundo una mujer feliz, libre, independiente, sensible y responsable de sí misma y su entorno. A eso le apuesto: al futuro.

Pero, igual, me reconozco en parte producto de mi historia. De la historia de aquellas que fueron antes que yo. Quienes me formaron y de las cuales llevo, en mi fondo y mi forma, tanto. Sé que mi ternura, fortaleza y hasta algunos de mis miedos, vienen de ellas. Que mucho del amor que entrego a la pequeña cría, es el que recibí de sus cuidados, consejos y recetas.

Sé, por ejemplo, que cada vez que le cocino el caldo de papas con queso de mi abuelita y de mi madre y de mis tías, estoy sembrando algo. Estoy llenándola de amor. Y, me parece, eso gana casi todas las batallas de la vida.

Así las cosas.